El inconsciente de lo consciente

La mente tiende a ser volátil, a jugar malas pasadas, o por lo menos la mía. Detenerse, parar, parecen no ser palabras pertenecientes en su vocabulario, cada segundo permanece inquieta, razonando, detallando. Durante todo el día he tenido un avasallante sin número de ideas, pensamientos, relativamente contradictorios, reflexionando tanto sobre esto o aquello, los innumerables escenarios o posibilidades, detonadas por una simple reacción.

El pasado, el futuro es la comidilla del día, hoy son presente, suena absurdo, así es, lo son por estar en un bucle, atrapada, arraigada, pensando en ellos una y otra y otra vez, es irónico, al grado de poder ser gracioso, dudo el carecer de conciencia, entiendo al pasado como algo no cambiante, al futuro como desconocido -un tanto desagradable me permito decir, esconde tanta incertidumbre-. Si hiciera algo más que estar en cama, mirando el celular o letras buscando un consuelo detrás, ¿podría cambiarlo?, ese destino se esconde en la normalidad, en lo común, la generalización o lo ordinario. El encerrarme en una habitación e integrarme a la cama, como si de una extensión de mí se tratará, ninguna solución conlleva, tras tal absurdo, arruino cualquier justificación, estoy avergonzada en efecto, atemorizada también, puedo estar lúcida, de hecho, el aceptarlo es una muestra ipso facto; dicen ‘reconocerlo es un paso’, entonces, ¿cuándo daré el siguiente?

Esta vida tan “considerada” puede solo ser una lidia engorrosa, más cuando la vida misma es una carga, gracias a un bienestar que ya no importa, que agota, sí, las actividades cotidianas y rutinarias pesan el doble. Levantarme, comer, bañarme, lavar el cabello, dormir, por qué parecen espinas cuando es algo común, es cierto, soy mi mayor obstáculo, hay un muro o tal vez una valla tan distante y tan alta a su vez, envuelta en una neblina espesa imposibilitando la claridad hasta el ánimo de ver, donde conocer el horizonte para vislumbrar las oportunidades termina siendo así de lejano como el infinito. Y sí, entrar en un bucle puede alcanzar el infinito o eso parezco creer; la fatiga, el cansancio, a menos de la existencia de una copiosa conciencia, descubrimiento, notoriedad y un poco de voluntad parece suprimir cualquier efímera esperanza; ¡qué mísera ya es!.

Pensamientos de un 30 de septiembre del 2024

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