El inconsciente de lo consciente
La mente tiende a ser volátil, a jugar malas pasadas, o por lo menos la mía. Detenerse, parar, parecen no ser palabras pertenecientes en su vocabulario, cada segundo permanece inquieta, razonando, detallando. Durante todo el día he tenido un avasallante sin número de ideas, pensamientos, relativamente contradictorios, reflexionando tanto sobre esto o aquello, los innumerables escenarios o posibilidades, detonadas por una simple reacción.
El pasado, el futuro es la comidilla del día, hoy son presente, suena absurdo, así es, lo son por estar en un bucle, atrapada, arraigada, pensando en ellos una y otra y otra vez, es irónico, al grado de poder ser gracioso, dudo el carecer de conciencia, entiendo al pasado como algo no cambiante, al futuro como desconocido -un tanto desagradable me permito decir, esconde tanta incertidumbre-. Si hiciera algo más que estar en cama, mirando el celular o letras buscando un consuelo detrás, ¿podría cambiarlo?, ese destino se esconde en la normalidad, en lo común, la generalización o lo ordinario. El encerrarme en una habitación e integrarme a la cama, como si de una extensión de mí se tratará, ninguna solución conlleva, tras tal absurdo, arruino cualquier justificación, estoy avergonzada en efecto, atemorizada también, puedo estar lúcida, de hecho, el aceptarlo es una muestra ipso facto; dicen ‘reconocerlo es un paso’, entonces, ¿cuándo daré el siguiente?
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